jueves, 28 de junio de 2018

Alba Kobs, la mítica partera de Taruma


Alba Kobs aprendió el oficio de partera de su abuela Ceferina (nacida en Polonia, mujer guapa y corajuda según la recuerda su nieta), tratando casos de urgencia en medio del monte, prácticamente sin condiciones higiénicas adecuadas, sin instrumental apropiado, aún así Alba hizo igual su trabajo, en medio de la oscuridad, con lámparas precarias, yendo a caballo (se llamaba partero), donde no importaba el frío, ni las lluvias, ni el viento, esta mujer llegaba a los ranchos para atender en muchos casos alumbramientos en estados críticos, de todos los nacimientos que tuvo (calcula más de 1000) muy pocos fallecieron (en donde las causas la excedieron, como el frío y la falta de alimentos), por tal motivo es posible decir que todos los niños que nacieron en las comunidades de Taruma (localidad paraguaya ubicada en el departamento de Itapua o “Punta de Piedra”, conocido como el granero de Paraguay) fueron salvados por la vocación de servicio de esta madre de la tierra.

Y lo que cuenta Alba es difícil imaginarlo, cómo una mujer sola en medio del campo, contando con apenas hilo de madeja –que se tejía para atar el cordón umbilical– una gillete que limpiaba en un vaso con alcohol y una vela para quemar y cortar el cordón, se las arreglaba para traer hijos al mundo. Con los años, su hijo Antonio le consiguió una “linterna con 8 pilas” para poder continuar con su misión en la vida, y en muchos casos recuerda la vergüenza que las mujeres campesinas tenían de ser observadas mientras pujaban.

Entre los recuerdos rescata uno guardado para siempre en la memoria, cuando le tocó ser partera de una criatura prematura (7 meses de gestación) que apenas se movía, pero que salvó quitándole la leche de la madre con una cuchara, y dándole con un goteador la leche materna, así, de a gotas y por muchos días, lo alimentó hasta salvarlo, lo que habla de un firme compromiso con la asistencia sanitaria. Finalmente después de 15 días el bebé pudo mamar de la madre, con los años ese bebe se hizo hombre, se casó y tuvo una hija, como muchos nació en un rancho, entremedio de trapos mojados, sin incubadora, pero gracias a Alba tuvo un destino que cumplir, una vida que vivir.

Como tantos otros inmigrantes, esta partera (y también curandera según lo afirma su sobrina Liliana) llegó a Paraguay en barco, teniendo por morada un lugar que lleva el nombre de un  árbol característico de la zona, el Taruma (especie frutal, con propiedades medicinales, cuya posible traducción al guaraní es “Fruta de los padres de la aldea”, según lo que se entiende de los vocablos ta, “pueblo, aldea”, ru, “padre”, e îvá “fruto”), árboles de los que quedan pocos ejemplares, uno de ellos precisamente en la casa de Alba, y que forman parte de la literatura paraguaya, de hecho el gran Roa Bastos, que lo consideró un árbol mágico, lo nombra en uno de sus cuentos (del Trueno entre las hojas), en donde un profesor que vivía en el campo  ingresaba por las noches en las entrañas del tarumá y que cada mañana volvía a nacer.

Como campesinos que fueron, los familiares de Alba vivieron de la cosecha, sobre todo algodón y caña de azúcar, supieron convivir con los guaraníes, de quienes Alba conoció parte de su historia, a pesar de ser pocos, dice que estaban desparramados, pero que a veces hubo quienes llegaron a su casa para solicitar servicios de parto, los recuerda músicos, tocaban la guitarra, algunos participaban de entreveros, había también curanderas indígenas, una tía del marido de Alba curaba con palabras, con restos de animales, rezos, y ella también aprendió esas técnicas, y suele decir algo que tiene mucha relación con el contexto: “los que creen se curan” “los que creen se sanan”, porque de eso se trata también, el componente psicológico de la tarea de parto, el acompañamiento que Alba hizo con cada paciente. Recuerda también que otra tía suya curaba a los chicos con plumas de picaflor, hacía humos y curaba dolores de cabeza, usando palabras, y para sostener la curación también era necesaria la fe del paciente, hacerlo sentir que estaba en buenas manos.

En otros casos, cuando los chicos no podían ir de cuerpo, la partera hacía una masa con un jabón común, de color negro, y untando con aceite le masajeaba en la zona de los intestinos, era un remedio casero que hizo junto a su abuela, en donde se le sumaba una serie de fricciones realizadas en la nalga del niño o niña, con ceniza tibia, para finalmente eliminar la molestia, recetas que resultaban efectivas incluso con los dolores de estómago, ya que visitar a un doctor en medio del campo era una tarea prácticamente imposible.

Los que nacían en el monte, sin caminos marcados, no tenían recursos, entonces Alba iba a caballo, es una imagen que plantea un desamparo pero a la vez una esperanza, “ese compromiso tenés que hacerlo” le decían, “no podes hacerte esperar”, es así que esta mujer, con frío o con lluvias, igual salía en medio del campo buscando el rancho, donde todos aguardaban un nuevo nacimiento, es algo más que vocación, es pensar en el otro para que tenga una oportunidad, así falten velas, hilos o agua caliente, al final de la jornada será otro motivo más para la felicidad de esta mujer tan corajuda y guapa como su abuela.


Las prácticas ancestrales que aún perduran en comunidades indígenas

La tarea de parto siempre ha estado rodeada de significados profundos para las comunidades indígenas, en la comunidad qom de Derqui la práctica de entierro de la placenta se sigue conservando, es así que las familias de la comunidad han solicitado a los médicos del hospital de Derqui que les permitan retirar la placenta, para ser enterrada en la cercanía de un árbol o jardín, para los paisanos este ritual permite de algún modo que el recién nacido no olvide nunca de donde viene, y en esa ceremonia es la abuela la que danza alrededor de la placenta enterrada, percutiendo la tierra con un bastón, y cantando en lengua madre, incluso lo entienden como una energía espiritual que siempre acompañará al nacido.

Solo por tomar un ejemplo en el contexto latinoamericano, en México las parteras son consideradas tesoros vivos, estas mujeres, pertenecientes a diferentes etnias indígenas, se han ganado un lugar de autoridad en las comunidades y son, a la par de las personas curanderas, rezadoras, hueseras y médicas tradicionales, recursos comunitarios muy valiosos en la prestación de servicios de apoyo esenciales para la salud y la vida de las mujeres y los recién nacidos, sobre todo en regiones y áreas marginales rurales, que no cuentan con servicios gubernamentales de salud, o son escasos, de difícil acceso geográfico, que significan altos gastos económicos. Otra práctica muy recurrente en estas regiones son los baños del temazcal, un baño de vapor de origen prehispánico que se emplea durante el embarazo y el post-parto para purificar y proteger a la mujer de enfermedades, mejorar la circulación sanguínea y prepararla para el parto o bien ayudarla a recuperarse después del parto.

Históricamente las parteras han llevado confianza y ánimo a las mujeres en los procesos de embarazo,  incluyendo el parto y post-parto, es para destacar el soporte emocional que brindan durante el momento del alumbramiento, y cómo en comunidades indígenas y campesinas cobra otro valor el hecho de poder comunicarse bajo los mismos códigos lingüísticos y culturales, prestando atención domiciliar, respetando la presencia de familiares conforme el deseo de la parturienta, un contexto en el que suelen brindar un servicio esencial sin ningún tipo de ayuda por parte del Estado.

Mientras tanto, se la puede ver a Alba en su rancho, cerca del único Taruma, regando su huerta, viendo crecer lo que cultiva, del mismo modo que fueron creciendo los niños que ayudó a nacer.



Fuente:

Entrevista a Alba Kobs por parte de Amalia Vargas.
Consulta a Liliana López, notas y transcripción de audios por parte de Daniel Canosa


Árboles nativos: Citharexylum montevidense (tarumá, tarumán, espina del bañado)

Árboles: sombra, color y vida

Versión para El Orejiverde
http://www.elorejiverde.com/buen-vivir/4323-alba-kobs-la-mitica-partera-de-taruma

jueves, 21 de junio de 2018

Recuperando del olvido la cultura ferroviaria Argentina


En el año 1993, el artista plástico Patricio Larrambebere encontró un boleto de cartón de 57x30.5 mm dentro de un florero de imitación romana en la casa de su madre, fechado en noviembre de 1982.  El origen de ese boleto que luego se transformaría en la primera pieza del archivo y colección de ABTE– es Coghlan, barrio donde creció y estación que desde pequeño le despertó fascinación por el mundo ferroviario. Comienza a trabajar en la estación de tren con pinturas, hasta que en 1998 conoce a Javier Martínez Jacques, estudiante de sociología, con quien funda la Agrupación Boletos Tipo Edmondson (ABTE), centrando su práctica artística en el accionar dentro del ámbito ferroviario, el coleccionismo de boletos de cartón y la investigación, rescate y producción de la gráfica ferroviaria, los fondos abstractos de los boletos, sus colores, cambios y variaciones en la tipografía y modos de impresión.

En 2003 se incorpora el artista Ezequiel Semo, y expande las acciones hacia otros espacios específicos, incluye el vestuario, mobiliario ferroviario, archivo textil y performances con uniformes originales. En 2012 se suman los artistas visuales Gachi Rosati, Javier Barrio y Martín Guerrero, que aportan sus miradas y expanden el hacer de ABTE hacia la pintura mural, el soporte audiovisual y la gastronomía específica (una variante que popularizó el artista ferroviario Carlos Regazzoni, en donde los platos cuentan con insumos recogidos de los alrededores de las estaciones de tren, como la borrasca, pasto que crece junto a las vías, y que se impregna del gusto del fuel oil de la máquina).

Desde el 2012 se generaron distintas performances, happenings y acciones pictóricas en distintas estaciones ferroviarias, entre ellas San Andres, Jeppener, Mercedes, Cortines, Alegre, Azcuénaga, Coghlan, Oliden, Victoria y Vagues. Hasta que un año más tarde se produce y exhibe la Muestra 57 x 30.5 mm Quince años de Cultura Ferroviaria ABTE en el MAMBA (Museo de Arte Moderno de Bs As), del cual surge la publicación en libro que aquí comentamos, bajo la edición del Museo. Cabe señalar el valor editorial de la publicación, que contó con un gran archivo fotográfico, entrevistas a investigadores vinculados al ferrocarril y análisis de historiadores de arte. Se puede decir que tanto la exposición como el libro publicado son piezas diferentes pero vinculadas bajo una misma narrativa, integrando diferentes intervenciones, miradas y construcciones, plagada de acciones y de recuerdos.

A modo de contexto vale aclarar que el boleto tipo edmondson, que en nuestro país fue denominado tipo cartón, fue creado en 1839 por Thomas Edmondson, un empleado ferroviario en Inglaterra, y se utilizó en Argentina hasta 1995, cuando los ferrocarriles fueron concesionados durante la ola de privatizaciones menemistas. Con lo cual lo que la muestra pretende es reproducir un mundo que atraviesa la historia argentina y que, con la llegada de las empresas privadas, perdió muchas de sus costumbres. Acaso una de las más sensibles, fue lo que tuvo relación con el concepto “ferrocarril artesanal”, que en el caso del libro se encuentra simbolizado en los antiguos boletos, pero que en la realidad social de los obreros dejó al desnudo un contexto dramático con la pérdida del empleo.

Al respecto dice Larrambebere, citando al artesano Juan Carlos Cena: “El artesano ferroviario es la prolongación de la sensibilidad de la tracción a vapor, ese mundo de oficios antiquísimos que demandaban las viejas locomotoras: hojalateros, calderistas, herreros, fundidores. Eran “los gitanos del riel”, aquellos que se desplazaban por las líneas con sus vagones-vivienda-cocina-dormitorio, vagones-taller con sus herramientas, que estacionando en una vía secundaria, se disponían a hacer reparaciones durante un tiempo indeterminado”. Se trataban de personas sin lugar físico permanente en su horario de trabajo, ellos fueron los grandes desaparecidos de nuestros ferrocarriles, el Estado los dejó a la deriva, con lo cual lo que se perdió bajo esa idea de “ferrocarril artesanal” no fue solo el trabajo, sino, a decir del autor “la transmisión oral, el sentido de pertenencia y la vocación de servicio, pilares fundamentales de la identidad del trabajador ferroviario”.

Como dicen sus compiladores, ABTE es una agrupación de conformación móvil y orgánica, pero también una obra de arte en movimiento con quince años de desarrollo. Es un proyecto artístico sólido, que incluye investigación y praxis; reflexiones tanto históricas, como sociales y culturales con diversos medios y lenguajes de arte contemporáneo.

Se trata de un patrimonio público, simbolizado en un boleto de cartón que los aficionados recuperaron bajo la idea de museo, arte, archivo e investigación de un pasado histórico que se resiste a formar parte del olvido.

Fuentes consultadas:

ABTE. Agrupación Boletos Tipo Edmondson: quince años de cultura ferroviaria.  57x30.5 mm. Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 2016.

Facebook. ABTE-agrupación boletos tipo edmondson

Flickr. ABTE-agrupación boletos tipo edmondson
https://www.flickr.com/photos/arbatasta/collections/72157637088956274/

miércoles, 13 de junio de 2018

Sobre lo que no hemos podido resolver


Afirmar que los seres humanos “no estamos hechos únicamente de átomos, sino también de información. Y del mismo modo en que nuestra composición material puede verse comprometida, nuestras vidas e identidades son informacionalmente frágiles” nos traslada inequívocamente a un problema filosófico que interpela nuestra praxis profesional. La función orgánica de las bibliotecas se encuentra atravesada por contextos informacionales que son habitualmente procesados tanto lógica como autónomamente.

Según lo plantea Valentín Muro, esto no quiere decir que desde el surgimiento de la tecnología somos una especie de cyborgs todo el tiempo conectados. Al contrario, es probable que estar todo el tiempo conectados no será algo que buscaremos, sino algo que activamente trataremos de evitar. Apoyándose conceptualmente en el planteo del filósofo italiano Luciano Floridi, advierte que tenemos la particular capacidad -y deber moral- de cuidar la infoesfera (aquel entorno que habitamos todas las entidades informacionales) del mismo modo que un jardinero cuida un jardín. "[Somos] conscientes, libres, capaces de preocuparnos y hacer una diferencia", pero para eso necesitamos cambiar la forma en que pensamos a la tecnología digital. Por ejemplo, tomando la perspectiva de que cada vez más vivimos en una realidad que trata más acerca de redes que de mecanismos, de procesos y relaciones que de cosas y propiedades. No abandonamos una perspectiva por la otra, sino que la enriquecemos, porque tendemos a poner el peso en aquello con lo que podemos interactuar.

Aquí propongo un paréntesis incorporando el tratamiento de nuevos conceptos que desde hace tiempo se trabajan en el campo periodístico: las historias locales contadas en 360°, los textos  inmersivos en realidades virtuales, la sustentabilidad de los medios, big data, redes sociales,  uso de herramientas audiovisuales, drones, periodismo de datos, desinformación, uso de datos personales, visualización de datos con mapas satelitales o gráficos, y un plano atravesado por las nuevas narrativas en contextos digitales, experiencias en donde ocurren cosas, con las cuales los bibliotecarios tenemos el deber de enriquecer, desde un plano arborescente, todas las posibles articulaciones que las sociedades demandan acaso sin tener conciencia de tal necesidad.

Traslademos un pequeño ejercicio que puede tener sus raíces en la interculturalidad, o al menos en un acercamiento a dicha idea. Es lo que ocurre cuando se presencia, mediante el análisis, el traspaso de ciertos conocimientos en comunidades indígenas a través de la educación familiar, el uso de la memoria y el lenguaje materno– desde donde es posible advertir como ciertos conceptos se van nutriendo de determinados contextos temporales, y a su vez como otros términos pierden registro colectivo, desplazándose hacia nuevos entendimientos que suplen o reemplazan dicha semiótica, en esa relación con la memoria histórica las diferentes culturas indígenas no tuvieron necesidad de registrar hechos a través de la escritura, bastaba la oralidad para enlazar adscripciones identitarias de conocimientos particulares que marcaron el pulso y el devenir de las comunidades, saberes que mutaban en otras enseñanzas, técnicas que se perfeccionaban compartiendo códigos no escritos, prácticas que sustentaban el día desde donde un aprendizaje se fijaba para siempre en la memoria.

No ocurre así con las sociedades letradas que basan su relación con la memoria digital en un conglomerado de soportes cuyas intervenciones no pueden resolver, por su naturaleza y alcance, la posibilidad de preservar un pasado tan volátil como efímero, finito, absolutamente frágil. Y en este punto hay un aporte conceptual clave de Floridi, bajo la forma de un lamento, que tiene relación con antiguas prácticas culturales que lentamente, como seres humanos, fuimos perdiendo, dice el filósofo italiano:

La discusión acerca de la memoria suele estar monopolizada por la preocupación por el almacenamiento y eficiencia en su administración, "dejándose de lado la importancia de la curación respecto de lo que es significativo y, en consecuencia, de la sedimentación estable del pasado como una serie ordenada de cambios." Este constante presente, carente de sedimentación, nos hace perder la maravillosa capacidad de poner las cosas en perspectiva. Perdimos esta habilidad en apenas una generación".

Entonces la mesa conceptual queda cada vez más inclinada, manejamos más información, que invariablemente no conocemos del todo, lo que nos lleva a desconsiderar buena parte de lo que producimos, entonces no sorprende encontrar ciertos “productos” bajo la forma de artículos breves, que reiteran lo ya citado, buscando impactar en el corto plazo, para obtener, a base de ruidos, cierto rédito que prácticamente ningún lector pondrá en tela de juicio.

Si la piedra angular de todas estas construcciones fuera falsa, o carente de sustento lógico, lo que haríamos casi sin advertirlo es interpretar interpretaciones, sin un anclaje de entendimiento racional, desde donde un criterio constructivista permita proveer, con elementos sólidos, la arquitectura articulada de un saber.

Como dice Muro, tenemos mucha más información que antes, pero esta es mucho más frágil y constantemente está en peligro de ser borrada o alterada, ya sabemos que la vida útil de un CD o DVD grabado rara vez supera los diez años, mientras que paradójicamente tenemos conocimiento de un diluvio antiguo porque figura inscripto en una tabla de arcilla punzada bajo escritura cuneiforme, perpetuada con fuego en hornos de barro…hacia esa disyuntiva avanzamos sin tener idea el cómo resolverlo a futuro, mientras tanto el dilema se acumula, las construcciones se realizan desde fragmentos, y bajo las diversas formas imaginables (circulares, elípticas, planas) y en medio de todo esto es probable que ya no sepamos cuánto se ha perdido, porque es mucho lo que día a día se va creando.

Textos para la inmediatez, olvido de lo imbricado.

El autor ofrece otro aspecto crítico:
La solución, muchas veces se arriesga, es el almacenamiento en la nube que nos ahorra la preocupación. Pero mientras que en la historia el problema generalmente era decidir qué nombres guardar en papiros o placas de arcilla, en la actualidad, dado que guardamos por defecto, el principal problema es elegir qué borrar. La novedad siempre toma precedencia y el pasado, temporalmente olvidado, fácilmente puede terminar siendo reemplazado (mención aparte si tenemos que dar cuenta de la gran cantidad de películas mudas y grabaciones musicales que se perdieron, memoria fílmica que no es posible reemplazar bajo criterios contemporáneos y/o modernos).

Y por último, el componente que remite a nuestra identidad como miembros de la raza humana, con todo lo que implica en esta lectura las diferencias que nos constituyen desde la conformación de las distintas sociedades y comunidades que nos conforman:

Quizá es aquí donde la osada perspectiva metafísica de que estamos hechos de información tanto como de átomos se vuelve punzante. Si la información que remite a nuestra identidad es cada vez mayor y más frágil, y puede usarse para cambiar la forma en que nos manejamos con el mundo o incluso la forma en que nos percibimos, y a esto le sumamos una industria montada sobre la manipulación y registro de esta información, ¿qué podemos esperar que pase?

La propuesta de Floridi no es necesariamente innovadora respecto de lo que debemos tener en cuenta, pero sí es útil al momento de pensar el marco ético que debería adoptarse frente a las posibilidades de la tecnología digital frente a nuestra identidad. De este modo, cuando discutimos sobre privacidad no sólo estamos contemplando lo que pasa con nuestra información en el mundo, sino la forma frágil e imperfecta en que esta nos constituye.

El problema es tan complejo que seguramente lo trataremos más adelante.

Fuente:
Estamos hechos de información, y eso nos hace frágiles
Por: Valentín Muro
Nota:
La imagen pertenece al sitio Pixabay

miércoles, 6 de junio de 2018

La última ceremonia de Colilonko Colinao


Para Ana Llamazares y los amigos del Orejiverde

Es viernes 1 de junio, se comparte un encuentro que es a la vez una despedida, apenas puedo ver a Carlos envuelto en su poncho acaso tehuelche, no acepto su quietud y su silencio, pero está ahí, cobijado bajo un plano que siempre intentó comprender, a las 16 hs llegan las lamien (mujeres mapuche) y los hombres de la tierra con sus trajes ceremoniales, guiados bajo el mando del coordinador de los pueblos originarios del Orejiverde, Luis Eduardo Pincén (tataranieto del legendario cacique Pincén), pronto entonan un täiel (lamento sagrado que se sigue celebrando en las comunidades del sur) acompañados de un kultrún, las mujeres sostienen emotivamente el tono, que nunca decae, los hombres realzan el ruego con 4 gritos cada breves intervalos de tiempo, el tambor no cesa, el recinto tiembla, no es posible explicar lo que se manifiesta en un momento así, pero ahí está Carlos, digno destinatario de aquella ofrenda espiritual, el sabio líder envuelto en su poncho, aquel hombre que los mapuches conocen como Colilonko Colinao (Cabeza colorada / Jaguar Colorado), porque supo ganarse el honor, a través del mérito, de participar como danzante purrufe en la ceremonia del Nguillatún, la danza del Choique Purrún, el único blanco entre los paisanos.

Aquella tarde también elevaron su canto Amalia Noemí Vargas, colaboradora perteneciente a la cultura quechua, y el maestro Aguarapire Seacandiru, del linaje tupi guaraní. Muchos pusieron ofrendas que simbolizaron el viaje a un plano superior, para que el espíritu de Carlos pueda ascender sin interferencias y en paz.

No es fácil dejar de evocarte amigo, tal vez porque te quise mucho, quizás porque me supe querido, es así que un ciclo fecundo se cierra, mientras estamos en silencio juntando nuestros pedazos, para seguir camino, para seguir andando, sin perder la memoria, buscando entender lo que siempre supiste.

Es entonces que recojo algunas palabras:
Carlos Martínez Sarasola, Antropólogo, especializado en Estudios Indígenas, investigador, escritor, docente, músico, hombre-puente, creador de una revista, una fundación, un programa de radio, un portal de Internet, un diario indígena...el de la palabra equilibrada pero firme, el del conocimiento atravesado por la ética, el que tuvo las suelas de viento, el que partió con el alma intacta.

Espero no defraudarte Carlos, y que tu estrella brille siempre para consuelo nuestro.

domingo, 3 de junio de 2018

Un mundo sin Carlos Martínez Sarasola


Queridos amigos
Quienes formamos parte del Orejiverde nos encontramos en un momento muy duro por la partida imprevista de nuestro Director, pero sobre todo amigo, Carlos Martínez Sarasola. Resulta dolorosamente difícil dimensionar desde la palabra el recuerdo de esta gran persona, quizás porque uno entiende que el tiempo que se corresponde con Carlos es el presente, el día siguiente, el ahora, y no esto que nos dicen de que partió sin despedirse, a ser parte del viento como afirman los hombres de la tierra.

No sé donde estarás Carlos pero queríamos que supieras, si fuese posible, que con tu partida se fueron pedazos de nosotros, y que nos queda la tristeza de tener que imaginar, de aquí en adelante, un mundo sin tu presencia, un mundo sin Carlos Martínez Sarasola.

Ahora entendemos que el verdadero Orejiverde estaba delante nuestro, porque más que nadie supo escuchar al otro, verdadero hombre-puente entre culturas, sabio, líder, buen consejero, un guía que nos eligió para hacer un diario sobre culturas indígenas, en tiempos de convergencias, de respeto por la diversidad y la búsqueda de entendimientos, realmente pocos han logrado generar tanta empatía en el mundo de los paisanos, y como prueba quedará en el recuerdo los múltiples encuentros en ceremonias indígenas, la palabra siempre esperada, el profundo conocimiento de su vocación.

Tenemos que continuar con tu legado Carlos, no sabemos como, porque hemos quedamos huérfanos, pero creemos que es lo que hubieras querido, así que habrá que mirar hacia adelante querido amigo, pronto de este árbol crecerán nuevas hojas, ojalá te poses de aquí en más en algunas de esas ramas, porque ahora todos somos tus razones, somos el Orejiverde, somos Carlos Martínez Sarasola.

Que en paz descanse tu alma.
De parte del equipo del Orejiverde, a nuestro maestro.

El Orejiverde:

Se comparte un sentido texto de Claudio Bertonatti, Asesor científico de la Fundación Azara:

Se fue uno de los fundamentales: Carlos Martínez Sarasola (1949-2018)
http://www.elorejiverde.com/toda-la-tierra-es-una-sola-alma/4267-se-fue-uno-de-los-fundamentales-carlos-martinez-sarasola-1949-2018

¿Qué estrella fuiste a buscar hermano querido?
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/4269-que-estrella-fuiste-a-buscar-hermano-querido

Sitio Web de Carlos Martínez Sarasola
http://www.cmartinezsarasola.com/