A
propósito de un nuevo aniversario de la última dictadura cívico-militar, creo
necesario reflexionar sobre la relación existente entre los conceptos de
memoria, resistencia e identidad. Variables que habitan un plano impreciso,
donde se comulgan sistemas de pensamiento cuyo carácter ético atraviesa los
trágicos pormenores de una historia en común, que tanta división social ha
causado en la historia de nuestro país.
He
aquí también una grieta, quienes la pretenden instalar ensanchan con los
discursos los alcances de dicha división. Se trata de una construcción de
sentido, en muchos casos elaborada desde los medios de comunicación, y del otro
lado, la adscripción a un modo de expresar la política en términos de derechos
humanos por parte de la ciudadanía, es el sentido de pertenencia de quienes hoy
adhieren a una causa en la que tantas voces se han perdido.
Y
entonces pienso en los bibliotecarios detenidos-desaparecidos, podría tomar al
azar una sola de esas vidas, e invariablemente pensar que un profesional ha
dejado de prestar servicio a su comunidad, sean las razones que fueran:
militancia, expresión crítica ciudadana, defensa del rol profesional, no deja
de ser una persona más condenada al silencio, una tarea menos por hacer, un
documento vacío sin catalogar.
Bibliotecarios
detenidos-desaparecidos, cuesta abstraer la brutalidad de la frase, detener a
bibliotecarios hasta hacerlos desaparecer, Bibliotecarios, personas que
trabajan en bibliotecas, que ofrecen un servicio a la comunidad, historias en
blanco y negro, orfandad que es a la vez una bofetada social, una involución
irracional, un despropósito inconmensurable. Bibliotecarios arrancados de su
identidad por ser fieles a sí mismos, por poner el cuerpo a las ideas, por
suponer que era posible elevar las voces, hacer construcciones críticas,
defender un derecho...
En
el medio llama la atención algunos gestos aislados proclamando continuar como
si nada hubiera pasado, sostener sin criterio las pancartas del olvido. Cabe
decir, a quienes ungen esas declamatorias sin sustento, que no es posible una
idea de justicia sin memoria, y que si no hubiera existido la resistencia –esas
antorchas que solo se sujetan desde la valentía–difícilmente hubiéramos podido
discernir sobre nuestra identidad como pueblo, dejando en el camino la
necesidad de interpelar sobre el pasado.
He
comentado que los conceptos de memoria y justicia se caerían como castillos de
arena si muchos no hubieran tenido el compromiso de luchar por la verdad desde
el sentido ético y moral, precisamente porque buena parte de la sociedad se
permitió el coraje de revisar ese pasado, es hoy que algunos familiares de
desaparecidos tienen el consuelo de una identidad.
Vale
la pena revisar lo sucedido, los testimonios de los familiares, las cartas que
se recuperaron, las historias de vida fragmentadas, todo eso es parte de
nuestra historia reciente como país, y somos nosotros, los bibliotecarios –quienes
trabajamos con información– los que debemos honrar ese pasado, valorando
la utilidad social de los documentos, haciendo nuestros propios documentos de
lo ocurrido, investigando con nuestras herramientas, para que nunca mas
olvidemos, porque ya lo decían los griegos, verdad significa no olvidar, si no
olvidamos estaremos cada vez más cerca de alcanzarla, y no es una utopía, es un
deber cívico que solo se logra con un compromiso activo, como los cientos de
miles que hoy marchan por las plazas de la resistencia reclamando por memoria,
es allí, en esos gestos imprescindibles, donde encontraremos parte de nuestra
identidad.
Nota: Se
difunde, por parte de la Asamblea pro-Sindicato de Bibliotecarios, un
formulario de adhesión –a título personal y/o
institucional–a la marcha por la memoria de los compañeros detenidos
desaparecidos: