Comparto algunas mínimas disquisiciones de un
tema históricamente abordado desde una periferia. Realmente resulta complejo
entender que provecho puede significar el meditar en torno a una problemática
que sistemáticamente ha sido analizada desde interpretaciones ajenas. Tal como
lo expresó Clifford Geertz, el análisis cultural es intrínsicamente incompleto,
y lo que es peor, cuanto más profundamente se lo analiza menos completo es. Por
ende lo que se ofrece en este espacio es fijar con la escritura una base
empíricamente escueta donde se exponen algunas ideas con la intención de
recabar interpretaciones y teorías.
Como bibliotecario siempre me ha inquietado el abordaje
interdisciplinario hacia otras formas de conocimiento, y como dichas
intervenciones instalan un modo de comprender aspectos desconocidos de culturas
minoritarias, ubicando, en un plano visible, microhistorias significativas cuyo
tratamiento permite entender aspectos generales de un patrimonio cultural
intangible en permanente riesgo de extinción.
Este trabajo cobra especial significado en el
marco de los procesos de re-etnificación y espiritualidad emergente que se dan
en la actualidad en numerosas comunidades indígenas, así como de las
particularidades del mundo invisible donde entra en contacto el chamán (mezcla
de sacerdote, médico, consejero, mago, brujo y artista) considerado en
numerosas culturas como el máximo guardián del conocimiento comunitario.
El término saman,que en turco - tungus significa "médico", fue
implementado por antropólogos europeos quienes por deformación lingüística
adoptaron un significado que provenía de los sanadores tradicionales de las área turcas y mongolas del norte de Asia (Siberia)
y Mongolia. Sin embargo algunos lingüistas consideran que el vocablo fue tomado
del indio antiguo shraman o sramana, que si bien significa debilitado o
exhausto, en el mundo espiritual de la antigua India se aplicó a cierto tipo de
monjes-ascetas, mendicantes que optaban por la vía de la privación severa como
forma de purificación.
Como ya se sabe, el chamanismo ha significado
para numerosos antropólogos una de las expresiones más legítimas y
significativas de las culturas originarias de buena parte de América Latina,
incluso hay quienes sostienen que el arte cavernario es una de las expresiones
más antiguas del chamanismo (período neolítico –paleolítico superior), cuyas
imágenes se han asociado con símbolos que ayudaron a recrear el sentido humano
de pertenencia a una unidad mayor de carácter sagrado.
La labor de algunos investigadores, mediante un
enfoque etnográfico y utilizando métodos de investigación empírica (entre ellas
la observación participante, las conversaciones y las entrevistas no dirigidas)
ha derivado en el registro de saberes tradicionales dentro de un marco de
interpretación donde sea posible la clasificación de conocimiento, bajo un
carácter endógeno e interrogativo de la cultura.
Desde la bibliotecología ha sido posible llevar
adelante aquello que Geertz denomina “descripción densa”, bibliotecarios que
han trabajado con diarios de notas, grabadoras, y cámaras fotográficas, en
comunidades donde mencionar sobre las posibilidades de los dispositivos móviles
es realmente incomprensible. A modo de ejemplo en la provincia de Chaco aún es
común ver a los pio’xonaq deambulando en las comunidades buscando plantas o
siguiendo el vuelo de las abejas para encontrar los panales, estos hombres solo
resultan conocidos por su entorno íntimo, curando mediante el empleo de
técnicas chamánicas como el soplido, succión, canto y danza, acompañamiento a
través de la palabra, o verbalizando consejos. En muchos casos los chamanes qom
suelen callar lo que saben por fuera de la comunidad. El monte es el almacén y
la farmacia. El tratamiento cualitativo por parte del bibliotecario habilita la
posibilidad de fortalecer la identidad mediante la construcción de una
colección genuina, que permita a la biblioteca resguardar del olvido la memoria
oral de un grupo humano particular, un verdadero patrimonio ancestral. Ahora
bien, la descripción del tema que se acaba de compartir fue recogida en su
momento mediante el testimonio de un familiar de un chamán (Mauricio Maidana, libro
viviente perteneciente al Centro Comunitario Daviaxaiqui de Derqui, sobrino de
un chamán que vive en una comunidad qom de Chaco), que simplemente recordó lo
que el chamán compartió, si el documento se graba para el archivo oral de la
biblioteca ¿cuán representativo es de la comunidad?, el aporte es importante
pero tiene un carácter microscópico que sería deseable contrastar con otros
informantes.
Bibliotecarios que graban lo que el chaman
sabe. Bibliotecarios que investigan la bibliografía para luego contrastar
conocimiento con el testimonio local. Bibliotecarios que asignan una voz a los
que siempre han sido invisibilizados por la sociedad. Bibliotecarios que
necesitaron trabajar desde un enfoque interdisciplinario. Bibliotecarios que
establecieron puentes entre teorías académicas y teorías locales.
Bibliotecarios que habilitaron nuevos conceptos, nuevos modos de entendimiento.
Ante la posibilidad de compartir información
con estos verdaderos hombres-puente, resulta necesario entender que cuando se
pretende relaborar sucesos ocurridos en el pasado, concebidos según
determinadas estructuras sociales, a lo que a veces se accede es al recuerdo de
un recuerdo que a su vez fue relatado e interpretado por un pariente lejano;
por ejemplo conocemos actualmente los violines de lata de la cultura qom
(n´viqué) como derivados de los laúdes monocordes que los antiguos paisanos
replicaron de los instrumentos de cuerda traídos por los europeos, pero
desconocemos el porqué de la necesidad de construir el artefacto, el porqué de
la representatividad (si es que no se trató de una imposición cultural), el
sentido de las numerosas leyendas que poblaron el instrumento, el porqué del
nombre, que muchos de los actuales qom conocen sin necesidad de interpelar la
etimología (y que muchos descendientes apenas registran), entonces a lo que un
investigador accede es a la interpretación de una interpretación, en muchos
casos relatos de indígenas urbanos recreando relatos de familiares en contextos
rurales, es allí que, tomando como parámetro
el carácter científico, uno se pueda cuestionar el criterio de verdad,
de qué trata realmente ese conocimiento, aún cuando fuimos partícipes -como
profesionales de la información- del exacto momento en que se transformó en
documento.
Parafraseando a Geertz, podemos reconocer que
la cultura no deja de ser un documento activo en el que el sujeto está inserto
en tramas de significación que el mismo ha tejido, pero como dice el autor “desde
un comienzo nos hallamos explicando, y lo que es peor, explicando
explicaciones. Guiños sobre guiños sobre guiños” (saber distinguir,
mediante la descripción, los guiños de los tics, los guiños fingidos, las
parodias, los ensayos de parodias, lo verdadero de lo que no lo es).
Curioso camino el de este conocimiento, tomado
a partir de los años ‘70 como método de análisis en la etnobotánica, la
psicología, el arte y la etnografía, producto del variado conocimiento sobre
plantas y experiencias psicoactivas de trance visionario, una sabiduría con
carácter oral y artístico, cultivadores de imágenes que dominaron diferentes
planos de conocimiento desde una condición social vulnerable, y del que los
bibliotecarios tienen mucho que aprender.
En todo caso se trata de una disyuntiva,
recogiendo datos del suelo (meras apreciaciones de apreciaciones) que muchos
optaron por callar.
Consideración final: una vez más, Clifford
Geertz describe de manera clara el sentido de una intervención en un contexto
desconocido: “uno puede escapar de varias maneras: convirtiendo a la cultura
en folklore y colectándolo, convirtiéndola en rasgos y contándolos,
convirtiéndola en instituciones y clasificándolas, o reduciéndola a estructuras
y jugando con ellas. Pero éstas son escapatorias. Lo cierto es que abrazar un
concepto semiótico de cultura y un enfoque interpretativo de su estudio
significa abrazar una concepción de las enunciaciones etnográficas”. Mucho
de este entendimiento fue replicado en la experiencia Qomllalaqpi, acaso un
hermoso fracaso, pero que ciertamente sentó las bases de una construcción
intercultural, porque los documentos, más allá del nivel técnico, fueron
genuinos y representativos, donde fue posible socializar las respuestas de los
usuarios, porque al final del camino fueron los propios paisanos quienes
entendieron a la biblioteca como una casa de la memoria. Un trabajo incompleto
pero necesario, cuyo destino seguirá siendo el de fortalecer la propia
identidad.
Bibliografía consultada:
Ana María Llamazares. Arte chamánico: visiones del universo En: El
lenguaje de los dioses: arte, chamanismo y cosmovisión indígena en Sudamérica /
Ana María Llamazares y Carlos
Martínez Sarasola – Buenos Aires: Biblos, 2004.
Clifford Geertz. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa,
1997 (8° reimp.)
Testimonio sobre los pi’oxonaq, chamanes de
la cultura qom (Página Web). Disponible en:
Nota: se recomienda los materiales del curso “Construcción de proyectos en
ciencias sociales: investigación cualitativa, Acción social y Gestión
cultural”, (Caicyt) a cargo de los docentes Miriam Kriger, Rosana Guber,
Marcela Martínez y Karina Benito. Consultar en:
http://flacso.org.ar/formacion-academica/construccion-de-proyectos-en-cs-soc/docentes/
Las imágenes pertenecen al sitio Facebook de El Orejiverde:
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.328125457350846.1073741834.296393747190684&type=1
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