del gran Alfredo Mires Ortiz, que mientras siga andando entre las bibliotecas rurales de Cajamarca nos sobrarán los motivos para seguir creyendo en esta profesión.
Simplemente gracias...
Comienza la colmena
Llevo recién dos días viajando, parando de comunidad en comunidad, en
cada escuelita del camino, hablando con profesores y alumnos.
Calculo que debo llegar antes que caiga la noche a un caserío de la
provincia de Santa Cruz. Pero aún estoy en zonas de la provincia de Chota,
hacia occidente.
Me detengo en un recodo, a lado de unas casitas, para preguntar si
tienen algunas verduras, que me vendieran, para el fiambre.
La familia está desgranando maíz. No hay verduras.
– ¿Qué hace viajando por aquí? –me preguntan.
Les explico que soy de las Bibliotecas Rurales de Cajamarca, lo que
somos y hacemos.
– ¿Tienen libros de derecho? –pregunta alguien.
– Mejor pase a nuestra casa para explicarnos más –dice el papá.
Conversamos.
– Tenemos que reunirnos todos –dicen –. Vamos ahora a juntar el maíz y
avanzar con los trabajitos.
Por la noche hay reunión y vuelvo a explicarles todo.
– Cuando uno es humilde y no conocemos, nos engañan y abusan de nosotros
–dice don Francisco–, por eso es bueno que leamos y nos preparemos.
– ¿Yo podría ser bibliotecaria? –pregunta la señora Maritza.
– Decidámoslo entre todos –le digo.
Hace muchísimo frío y afuera sopla el viento haciendo tronar el techo.
Pero hay un calorcito que nos anima y nos junta.
Cargo conmigo una caja con libros.
El caserío se llama La Colmena: esta misma noche inauguramos la
biblioteca.
Ya tenemos otra razón para seguir andando, para seguir creyendo.
Alfredo Mires Ortiz,
Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca
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