Según las conclusiones del “Encuentro Latinoamericano sobre
la Atención Bibliotecaria a las Comunidades Indígenas”, de vital importancia
para comprender el trabajo comunitario en una diversidad cultural- una
biblioteca indígena, bilingüe e intercultural debería ser:
- Un centro de documentación interétnica orientado fundamentalmente
a la cultura propia, abierto a la cultura nacional y universal.
- Un centro de acopio de la información necesaria tanto para
actividades informativas y formativas comunitarias como para el funcionamiento
adecuado de procesos educativos.
- Un lugar donde se produzcan los materiales documentales
pertinentes, informativos en general, y de apoyo al trabajo educativo formal o
no formal, que facilite o permita la apropiación de la herramienta de la
lecto-escritura.
- Un recinto que incluya un espacio para registrar,
recuperar, recopilar, crear y recrear aquellos testimonios tangibles que
evidencian el patrimonio cultural de los pueblos indígenas.
- Un espacio donde se registre, estudie, sistematice y
difunda el patrimonio intangible, incluyendo los conocimientos ancestrales
organizados en diferentes formatos.
- Un local donde se desarrollen colecciones de literatura
indígena con énfasis en la producción americana y la dirigida al público
infantil.
- Un lugar que debe contar con un acervo básico (a desarrollar)
en lengua materna y bilingüe, que apoye los procesos de educación formal e
impulse la producción de nuevos materiales locales.
- Un centro cuyo personal responsable deberá ser apoyado con
formación técnica interdisciplinaria que tome en cuenta las características y
necesidades de la propia biblioteca y de las comunidades.
Es deseable realizar algunas apreciaciones que ofrezcan un
marco de análisis con respecto a la utilización indiscriminada del concepto.
Muchos descendientes de pueblos originarios (en especial migrantes desplazados
en centros urbanos) pueden llegar a suponer que la documentación personal que
poseen sobre la cultura (fotos, relatos fotocopiados, revistas, registro de
ceremonias y folletos entre otros, incluyendo artefactos musicales y
artesanías) les otorga elementos para autocalificarse como representantes de
"bibliotecas indígenas", cuando lo que están ofreciendo es en
realidad una difusión de sus expresiones culturales.
Es innegable que se trataría de un material idóneo para la colección de una biblioteca indígena, pero su sola adquisición no supone validar el concepto.
Es innegable que se trataría de un material idóneo para la colección de una biblioteca indígena, pero su sola adquisición no supone validar el concepto.
Aún hoy la colección impresa es motivo de reflexión, por el rol que viene a desempeñar un tipo de material que históricamente no ha representado la necesidad de comunicar información entre los paisanos de una comunidad, y ante el cual algunas comunidades hicieron una apropiación para poder socializar otras formas de conocimiento.
El puente hacia otras sociedades implica una apertura, en este caso la colección representa una posibilidad de integrar diferentes planos. La producción documental debería ir acompañada de un conjunto de significaciones, construidas en forma interdisciplinaria, que permitan fortalecer el acervo cultural mediante documentos representativos de la cosmovisión social, sistema de pensamiento e identidad local, y que la lengua materna no sea el único vehículo que cohesione esos procesos.
Habilitar la idea de un espacio o casa de la memoria, un
lugar donde las personas se reconozcan pertenecientes a una cultura,
intercambiando información con el fin de estandarizar conocimiento endógeno.
Por otra parte hay quienes suponen que contar en los acervos con materiales escritos en Lengua castellana, donde nos cuentan historias y leyendas “de indios”, o poseer algunos diccionarios bilingües y revistas de antropología, alcanza para denominar a una unidad de información "biblioteca indígena", esto simplemente reduce ha un aspecto básico los diferentes elementos, servicios y colecciones con que debe contar este tipo de institución, y coloca en una misma bolsa a las bibliotecas públicas que se encuentran dentro o cerca de comunidades indígenas.
Del mismo modo algunas instituciones indigenistas ofrecen acceso a “bibliotecas indígenas virtuales” favoreciendo la disponibilidad de pequeñas colecciones que en ocasiones son registros analíticos de una única publicación periódica, por lo general especializada en asuntos indígenas, de valiosa contribución para quienes se encuentren interesados en acceder a información actualizada sobre poblaciones aborígenes, pero insuficiente como para justificar que un catálogo en línea fundamente la denominación "biblioteca indígena".
Por otra parte hay quienes suponen que contar en los acervos con materiales escritos en Lengua castellana, donde nos cuentan historias y leyendas “de indios”, o poseer algunos diccionarios bilingües y revistas de antropología, alcanza para denominar a una unidad de información "biblioteca indígena", esto simplemente reduce ha un aspecto básico los diferentes elementos, servicios y colecciones con que debe contar este tipo de institución, y coloca en una misma bolsa a las bibliotecas públicas que se encuentran dentro o cerca de comunidades indígenas.
Del mismo modo algunas instituciones indigenistas ofrecen acceso a “bibliotecas indígenas virtuales” favoreciendo la disponibilidad de pequeñas colecciones que en ocasiones son registros analíticos de una única publicación periódica, por lo general especializada en asuntos indígenas, de valiosa contribución para quienes se encuentren interesados en acceder a información actualizada sobre poblaciones aborígenes, pero insuficiente como para justificar que un catálogo en línea fundamente la denominación "biblioteca indígena".
Es interesante detenerse un instante en unas reflexiones de Juan Rulfo, reconocido escritor mexicano, a propósito de una entrevista en la
que opinó sobre la realidad de los pueblos indígenas latinoamericanos, el autor
de Pedro Páramo decía lo siguiente:
“La población indígena
de nuestros países americanos está acechada por flagelos de diversas índoles:
el retraso de sus culturas a partir de costumbres no estimuladas por la
técnica; el analfabetismo; el arrebato de sus tierras; las propias luchas de
poder internas que sostienen por la permanencia del cacicazgo, todo ello agrava
su situación”...
“Los olmecas, que
poblaron México entre el Atlántico y el Pacífico, tenían una cultura madre
aparejada con el tiempo de su época, entre el 800 y el 200 antes de Cristo, en
que vivían en el mundo Buda y Zoroastro, Confucio y Lao Tsé, Homero, Platón y
Sófocles. Sabemos que en su lenguaje está la memoria histórica de los pueblos,
y raíces lingüísticas olmecas-otomangues existen en el lenguaje de muchas
comunidades que sólo hace poco se investigan; si por falta de recursos no se
hace esta investigación, ¿cómo salvaguardar un pasado que contiene en sí una de
las épocas más ricas de la cultura conocida? Nuestros problemas son de tres
tipos: los que pertenecen específicamente a cada una de nuestras naciones, los
de Latinoamérica y los de España. Nos salvamos juntos o nos perdemos separados.
Un futuro mejor sólo podrá construirse basado en el respeto a las diferencias;
pero, sobre todo, basado en la justicia, que es su falta lo que han sufrido
nuestras mayorías indígenas; hay que motivar un cambio sin lesionar sus valores
positivos; es una tarea difícil, y si se une a ello la explotación que se hace
de lo poco que tienen debemos concluir que cualquier institución encauzada a
levantar el nivel de vida indio, pero carente de influencia y de recursos
económicos, difícilmente alcanzará sus fines”.
Es poco probable que se logren estos anhelos si no se asume
un compromiso profesional y humano, acercarse al mundo de los pueblos
originarios requiere aceptar que se está frente a otras formas de conocimiento,
en un plano de igualdad y convergencias, para que efectivamente podamos
construir un nosotros que represente las necesidades de información de los
paisanos. Decía Juan Rulfo, luego de compartir un concurso de narradores
indígenas en su México natal, que había detectado con la experiencia que “el indio escribe tal como se lo contaron, no
usa trucos de estilo o forma, no reelabora los temas; él cuenta sin ningún
aditamento, no busca cómo narrar, sólo lo hace; esto permite un acercamiento a
su mundo tal cual él lo ve. O sea que toda esta información que recibimos no es
deformada; es la que también recolectan nuestros antropólogos e investigadores,
pero luego de pasar muchos años trabajando y viviendo en las comunidades”.
Personalmente no conozco otro modo de colaboración que el
vínculo afectivo para generar documentos representativos, cada vez más creo en
eso, pero más allá del abordaje, es necesario asumir un compromiso ético, en el
que podamos reconocer al otro como parte de un mundo donde sean habituales los
entrecruzamientos de ideas, para así enriquecer hacia adentro el patrimonio
cultural de las bibliotecas.
Hace más de diez años se publicaban los documentos del
primer encuentro latinoamericano sobre servicios bibliotecarios indígenas.
Mucha agua pasó debajo del puente. Las últimas tendencias muestran ejemplos de
bibliotecas indígenas asociadas a espacios comunitarios y centros culturales
donde poder recrear la cultura, existiendo dificultades para normalizar
criterios de catalogación y clasificación, buscando en algunos casos producir
conocimiento mediante archivos orales pero sin integrar dichos acervos en redes
o catálogos colectivos.
Asimismo en su mayoría, la información sanitaria no es
considerada en las diversas experiencias registradas en el continente, la
biblioteca indígena debería ser depositaria de los conocimientos sobre medicina
ancestral, disponiendo no solo información de la farmacopea tradicional, sino
también facilitar el acceso al uso de plantas medicinales para quienes lo
necesiten. Es una realidad que dicha propuesta apenas motivará algunas
intervenciones que muy probablemente no modifiquen la vulnerabilidad social que
históricamente padecen las comunidades, pero al menos otorgará elementos para
poder recuperar antiguas prácticas sanitarias en beneficio de las familias de
cada pueblo.
De existir la posibilidad de un nuevo congreso o seminario
sobre bibliotecas indígenas considero que se debería avanzar hacia esos
escenarios, evaluar modos de compartir información, pero que dicha información
tenga relación directa con problemáticas específicas, que afecten en su
conjunto la realidad concreta de las comunidades. Asistir a los congresos
llevando dificultades para luego debatir propuestas que puedan desarrollarse,
implementarse y replicarse.
Considero que en el campo de la bibliotecología social ya no
es posible prestar atención a una teoría que no tenga como soporte su trabajo
de campo, muchas colaboraciones han sido realizadas para anunciar recetas que
difícilmente puedan impartirse si previamente no se experimentaron sus
resultados en trabajos concretos, ya no basta con facilitar materiales desde
una actitud paternalista, en algunos casos los paisanos exigen que les enseñen
a pescar, no que les regalen el pescado, si realmente nos importa, es hora de
empezar a cambiar el plano.
Bibliografía recomendada: Encuentro Latinoamericanosobre la atención bibliotecaria a las comunidades indígenas. Memoria -México:UNAM/CUIB, 2000.
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