Por
lo demás, siendo idea cada palabra, llegará el tiempo de un lenguaje universal.
Hay que ser académico –más muerto que un fósil– para perfeccionar un
diccionario, de cualquier idioma que sea. ¡Unos débiles se pondrán a pensar en
la primera letra del alfabeto, y rápidamente se precipitarán a la locura!
De
Arthur Rimbaud a Paul Demény, Rue de Bologne Douai, Charleville, mayo 15 de
1871
La
carta del vidente...[Arthur Rimbaud. Una temporada en el infierno / traducción
y prólogo Marco Antonio Campos. México: Premiá. La nave de los locos, 1989]
A
propósito de esta noticia (la reedición del diccionario ideológico de la lengua
española, del lingüista, diplomático y académico Julio Casares, una obra
inimaginable de la lexicografía castellana, fruto de un modo revolucionario de
pensar el idioma, que permite agrupar las palabras por familias, en base a sus significados y por las ideas que
representan):
Viene
a cuento recordarnos, como bibliotecarios, que a lo largo del año trabajamos
con información en nuestros respectivos espacios de trabajo, y que a la vez,
dados los múltiples debates que por dicha condición se suscitan, debemos saber
hacer un buen uso de tales recursos con la intención de mejorar la utilidad en
beneficio del usuario, capital simbólico de nuestra permanente intervención
social.
Bregar
por la utilidad social de los documentos que integran los acervos
gestionados. Una tarea para lo cual se necesita vocación y un irrenunciable
compromiso por el servicio. Pero la cita no es casual, nos demuestra, desde
nuestros entendimientos de la disciplina, que brindar un servicio no implica
exclusivamente reducir al acceso de la información lo reclamado por el usuario,
también es necesario asociar y relacionar conceptos, vincular ideas, articular
recursos en forma interdisciplinaria, transformar conocimientos en documentos.
Permanentemente
me recuerdo que toda construcción es colectiva, dicha intención también nace de
las silenciosas inquietudes, forjando multiplicaciones que deben poder articularse
bajo un carácter comunitario. Hace años
Gilles Deleuze planteaba que el verdadero sentido de la filosofía es la
creación de conceptos “Todo concepto tiene un perímetro irregular,
definido por la cifra de sus componentes”. Para crear un
concepto es necesario poblarlo de componentes, lo que a su vez requiere
instaurar un plano de inmanencia (lo llegué a entender como el discernimiento
que permite establecer una estructura en la cual se puedan
territorializar conceptos cuyos componentes estarán delimitados por la
naturaleza del plano creado, el asunto
que siempre me intrigó es cómo advertir cuando un concepto habita, en parte o
totalmente, un plano de inmanencia diferente, cómo justificar ese límite en que
los componentes del concepto no representan, con sus variables, la sustancia
del plano pre-filosófico). Conviene
aclarar, tal como lo expresa Deleuze, que existen para los filósofos tres
elementos en la filosofía: el plano pre-filosófico que debe trazar (inmanencia),
el o los personajes pro-filosóficos que debe inventar y hacer vivir
(insistencia) y los conceptos filosóficos que debe crear (consistencia).
Evitemos incursionar por el momento en estas consideraciones, lo escarbado
permite descifrar el horizonte de lo construido, aplicable a cualquier
disciplina que incluya el acto de pensar variables dentro de la propia
estructura.
Es
necesario aplicar desde la bibliotecología este entendimiento por la
construcción, ya que cuando esto se abandona, no podemos dejar de lamentarnos
desde el campo de las ideas. Es necesario trabajar en nuevos conceptos, nuevas
asociaciones de ideas, nuevos planos de entendimiento (existen numerosos
ejemplos de construcción de tesauros, vocabularios controlados, sistemas
integrados de gestión de bibliotecas, web semántica, entre otros) diseñados
bajo políticas de libre acceso y en forma gratuita.
Buscar
el carácter filosófico de nuestra profesión, que está implícito en la
naturaleza interrogativa de los bibliotecarios. El componente técnico y el
componente humanístico de nuestro quehacer.
Ya
lo promulgaba Jesse Shera "toda biblioteca debería ser interrogativa"...
Sin
inquietudes de por medio, un concepto se convierte en fósil, de lo contrario el
ejercicio de pensamiento y la curiosidad lo tornan arborescente. Pensemos
cuánto evitaríamos duplicar esfuerzos si supiéramos trazar, inventar y crear
conceptos acordes a nuestras comprometidas lecturas de la profesión, tanto
desde la formación académica como desde la experiencia profesional, trabajando
en conjunto, con el único fin de brindar un servicio de calidad, en forma
asociativa y sin perseguir fines de lucro.
Tal
vez sean anhelos propios de estas fechas.
Vaya como recuerdo un
cortometraje que de algún modo simboliza todo esto que pretendo
significar, se lo conoció como “Los fantásticos libros voladores de Mr.
Morris Lessmore”.